sábado, 9 de marzo de 2019

Referencia

A, A. (2002). Sociología de la experiencia . España.
Beck, U. (1998). La sociedad del riesgo hacia una nueva modernidad. Barcelona.
Gonzalo, A. (1997). Teoría General de la información. Madrid: Cátedra.

Juan, A. (2004). Introducción a las teorías de la información y la comunicación. México: MC Graw-Hill.

Participantes


Yazmin Ramirez Pool
 a) Profesión
Lic. Trabajo social
b)      Intereses en su formación
Docencia, asistencia social
c)      Adscripción a su institución
No laboro en ninguna institución
Josué Reyna Martín
a)      Profesión
Ingeniero en administración.
b)      Intereses en su formación
Me gusta el área de capital humano/recursos humanos, mercadotecnia y el área de educación, aunque no estudie para eso, me agrada.
c)      Adscripción a su institución
No trabajo en ninguna escuela.
Ricardo Enrique Ucan Cámara
a)      Profesión
Lic. Educación Especial
b)      Intereses en su formación
Lenguaje de señas mexicanas, terapia de lenguaje.
c)      Adscripción a su institución
No laboro en ninguna institución



jueves, 28 de febrero de 2019

La acción comunicativa


   


     La acción comunicativa, en tanto que expresión de la dinámica de entendimiento intersubjetivo que funda tanto la naturaleza de la sociedad como la condición de posibilidad del conocimiento, se explicita para Habermas en el uso del lenguaje.
     Todas las acciones humanas se refieren predominantemente a uno de estos dos aspectos:
  • Las acciones instrumentales se refieren al contexto de la experiencia 
  • Las acciones comunicativas se refieren al contexto del discurso 
  • Las acciones estratégicas correlacionan los contextos del discurso y de la experiencia

     Para Habermas la realidad del mundo de las cosas y del mundo social sólo puede constituirse en la dependencia solidaria entre lenguaje, conocimiento y acción, las acciones comunicativas y, consecuentemente, el consenso general intersubjetivo que funda lo social, se constituyen necesariamente sobre pretensiones de validez racional, es decir, que toda comunicación, en tanto que acción y relación intersubjetiva, presupone unas condiciones mínimas de validez que incluyen presuposiciones acerca de:


  1. Verdad: es decir, la condición de estar dando a entender algo (referencia a un objeto de la experiencia).
  2.  Adecuación: es decir la condición de estarse entendiendo con los otros o, en general, de estarse sometiendo a las reglas comunes de los actos comunicativos.
  3. Veracidad: es decir, la condición de expresar la intención de verdad o, en general, la expresión adecuada de las intenciones comunicativas.
  4. Inteligibilidad: es decir, la presuposición de estar dándose a entender inteligiblemente.



La centralidad de la acción en la comprensión de lo social


     Para Habermas, la sociedad es posible porque existe un acuerdo intersubjetivo general acerca del mundo en que existimos, es decir, porque entendemos el mundo de maneras básicamente parecidas y coordinadas y, en consecuencia, podemos coordinar nuestras acciones. Este acuerdo intersubjetivo general es el que permite hablar de la acción social como acción racional.  Por eso la idea de regla en Habermas es fundamental. Siguiendo la tradición de Rousseau sobre el contrato social, para Habermas la sociedad es posible porque podemos organizar nuestras acciones y evaluar las acciones de los demás, y esto sólo es posible sobre una idea de regla.
Tipología de la acción social


     Tanto la acción estratégica como la acción instrumental son acciones con arreglo a fines, es decir, acciones directas (no mediadas) sometidas al criterio de eficacia en función de la correspondencia entre expectativas y resultados.   
     La acción instrumental está orientada a la manipulación técnica de objetos con arreglo a fines.
     La acción estratégica hace referencia a una competición con adversarios que comparten fines idénticos.
     Las acciones con arreglo a fines son el objeto de estudio de las teorías de la elección racional, del tipo de la teoría de juegos, la teoría del ‘minimax’, etc.
     La acción comunicativa se caracteriza por ser una acción orientada al entendimiento, esto es a la producción de consenso.
     Ese doble carácter de entendimiento y consenso es el que convierte a la acción comunicativa en la acción social por excelencia. Es la acción comunicativa la que permite la aparición de un consenso intersubjetivo general sobre el que fundar la idea de regla y, consecuentemente, el mundo social.


LA TEORÍA DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA DE J. HABERMAS

La macro-sociología y la herencia de la Escuela de Frankfurt
     Jurgen Habermas es considerado el epígono de la Escuela de Frankfurt. Sus teorías recogen diversas tradiciones:
a) La tradición crítica racionalista de raíz marxista característica de la Escuela de Frankfurt 
b) La sociología de Max Weber, centrada en las ideas de racionalidad y utilidad
c) La importancia cognitiva del lenguaje característica del giro lingüístico en filosofía (Austin, Searle, etc) y del Interaccionismo Simbólico. 
d) La importancia de la reflexividad del sujeto característica del Interaccionismo Simbólico.
     Habermas parte de la pregunta fundacional de toda teoría sociológica: ¿Qué es lo que constituye la base de la sociedad, aquello que la mantiene unida? Para alcanzar una respuesta, desarrolla una teoría de la acción social, es decir, un análisis crítico de las acciones típicas del contexto social. Paralelamente, Habermas reconoce que la reflexión acerca del concepto de verdad racional se encuentra también relacionada con la cuestión de las bases de lo social.


Los desarrollos del Interaccionismo Simbólico en los estudios sobre comunicación


     La idea del Self especular, coherente con el yo social autoconsciente de Mead, incide en que el sujeto es capaz de interactuar consigo mismo, de convertirse en objeto de su atención y capacidad observadora, forjando así una imagen coherente de sí mismo (sus intereses, expectativas, ideas, sensaciones, sentimientos, etc) que es capaz de poner en situación de interacción con otros. El Self especular del IS se aproxima a lo que Giddens ha denominado proyecto reflejo del yo.
      La idea de la definición de situación implica que los sujetos se aproximan a la interacción con un conjunto de significados o definiciones de las situaciones de interacción y que coordinan esos significados con su self especular, por un lado, y con la interacción efectiva con los otros, por otro lado. Así, en el curso de la interacción entre sujetos, lo primero que ponen en juego los participantes, junto con sus propias identidades controladas (imagen refleja), es su definición de la situación comunicativa o de interacción. 
     El objeto de interés de Goffman son los ritos de interacción, es decir los patrones de interacción comunicativa que aprendemos y ponemos en juego en nuestra vida cotidiana, analizados a partir del esquema interpretativo de la dramaturgia (escenarios, actores, roles, etc). Para Goffman el desempeño de roles es la parte visible y contextualizada del self especular. EL yo reflejo, es más, en la concepción del autor, producto de la interacción social que de la propia intervención del sujeto. El marco es la situación-tipo reconocible por los participantes y en la que pueden desarrollarse diversos rituales interactivos.
     Cada interlocutor o actor asume uno o varios roles en la interacción, en función del marco y del escenario, así como de la imagen que desea ofrecer a los otros. Desde la perspectiva goffmaniana no sólo las conductas, sino también el contexto espacial y temporal en que éstas se desarrollan (la ‘fachada’) adquieren significado y, por tanto, 'comunican' o, en otros términos, constituyen y son objeto de intercambio simbólico.

El Interaccionismo Simbólico


    

     Para el Interaccionismo Simbólico, el significado constituye el nexo de unión entre el sujeto humano y el mundo, tanto como entre el individuo y la colectividad.
     En 1937, Herbert Blumer acuña el término Interaccionismo Simbólico para articular una serie de investigaciones y trabajos teóricos dirigidos a la crítica del conductismo watsoniano y al énfasis de la relevancia de la significación en la articulación de las conductas. La conducta del individuo está en directa relación con su medio social. Si para el conductismo mecanicista el individuo era una ‘caja negra’ de la que sólo se podían considerar los aspectos observables de la conducta (‘conducta externa’), para Blumer y Mead el individuo constituye la clave para la explicación del substrato social de las conductas y, por ello, prestarán especial atención a las ‘conductas internas’ en las que el significado resulta determinante
     De acuerdo con Blumer, los supuestos de partida del Interaccionismo Simbólico serían los siguientes:
a) Los sujetos humanos actúan sobre los objetos de su mundo y en relación con otros sujetos a partir de los significados que éstos tienen para ellos
b) Los significados son producto de la interacción social (esencialmente, de los procesos sociales de comunicación). La comunicación, por tanto, resulta esencial tanto en la constitución del individuo como en (y debido a) la producción social de sentido. Para Mead, por ejemplo, en coherencia con Peirce, el signo es el objeto material que desencadena el significado y éste, el indicador social que interviene en la construcción de la conducta.
c) Los significados se reproducen y transforman en los procesos interpretativos, en los cuales el sujeto selecciona, organiza y articula los significados en función de la situación comunicativa y de sus expectativas y propósitos.
d) La distinción entre conducta interna y conducta externa implica la presuposición de que el individuo es también capaz de interactuar consigo mismo (formación del yo social autoconsciente).
e) Los grupos y la sociedad se constituyen sobre la base de las interacciones simbólicas de los individuos al tiempo que las hacen posibles en su forma específica.